Ser escritor. Escritor. Es – cri – tor.
¿Te suena bien? ¿De verdad? Repítelo en voz alta a ver sin que te escuche nadie. ¿Qué tal ahora? A mi me pasa que si lo digo en voz alta no puedo evitar soltar una risa floja. ¿Soy escritor? Pues no lo sé, pero podemos salir de dudas consultando a la RAE:
escritor, ra.
Del lat. scriptor, -ōris.
- m. y f. Persona que escribe.
- m. y f. Autor de obras escritas o impresas.
- m. y f. Persona que escribe al dictado.
- m. y f. desus. Persona que tiene el cargo de redactar la correspondencia de alguien.
Analicemos la definición
El punto uno lo cumplo, de hecho lo estoy cumpliendo ahora mismo. Aunque es algo que todos cumplimos, por lo que no tiene mucho mérito por mi parte. El segundo punto ya es otra cosa y dado que voy a publicar mi primera novela, podemos darlo también como válido. El punto tres es algo ambiguo porque no especifica quién dicta al que escribe. Si damos por válido que puede ser tu cabeza la que te dicta lo que tienes que escribir… entonces sí, también lo cumplo. Y el cuarto, al estar en desuso, creo que no lo voy a tener en cuenta. Haciendo cálculos… cumplo tres de tres. Es decir, me puedo considerar escritor. ¿Seguro? ¿Pero qué es ser escritor?
El síndrome del impostor
Si no sabes qué es El síndrome del impostor, puedes echarle un vistazo (escuchar) al podcast de Ana González Duque en el que trata el tema. Básicamente significa que te da vergüenza decir que escribes, que eres escritor. Y no solo porque tengas que aguantar las miradas de compasión de tus interlocutores, sino porque tú también lo piensas.
Es lo que me sucede en cierta manera. Al contrario que la gran mayoría de escritores, llevo poco tiempo escribiendo. La escritura nunca fue algo que me llamara la atención de joven, ni siquiera la lectura. No tengo contacto directo con otros escritores más allá de las redes sociales ni he ido a congresos literarios (todavía). No conozco a todos los autores de mi género (sea cual sea) ni las obras más importantes. Me considero, a día de hoy, un ignorante del mundo editorial y literario (aunque ganas de aprender no me faltan). Y lo peor de todo, lo que más me lastra para poder considerarme escritor, es que no tengo gato. Sí, lo sé, lo tengo jodido, qué le vamos a hacer.

¿Seguro que quieres ser escritor?
Hecha la comprobación empírica cabe preguntarse ¿Seguro que quieres ser escritor? Tendemos a idealizar las cosas que desconocemos y una vez que estás dentro te das cuenta de que no eran como te lo habías imaginado. No digo que sean mejores o peores, simplemente son distintas. Hay un poema de Charles Bukowski que refleja perfectamente lo que es ser escritor. Se titula ¿Así que quieres ser escritor? y ya hablé de él en este artículo por si le quieres echar un vistazo.
Desde fuera, el oficio de escritor puede parecer una actividad destinada para personas solitarias, egocéntricas y fantasiosas. Personas con serios problemas mentales y con mucha (o demasiada) imaginación. Y puede que sea verdad, pues toda persona que escribe seguro que tiene alguna de estas cualidades en mayor o menor grado (todas menos yo, claro 😛 ).
El tiempo en el que el escritor solo se dedicaba a escribir y a saborear las mieles del éxito se acabó, se fue, c’est fini. Si es que existió alguna vez. Quítatelo de la cabeza. Hoy en día una persona que se dedica a escribir es como una navaja suiza, tiene que hacer un poco de todo, incluso los que publican sus novelas con editoriales de toda la vida. Sí, sí, esos también. No creas que al firmar un contrato editorial desaparecen todos tus problemas, son sustituidos por otros.

Pero ¿qué es ser escritor?
Un escritor de hoy en día escribe, sí, y debe hacerlo a diario. Pero también tiene que leer, y formarse. Debe tener un blog, y saber de marketing, de diseño, de economía y de redes sociales. Sin olvidarse de los aspectos legales, la maquetación, la corrección y el mercado editorial. Tiene que aprender a compaginar su vida familiar, sus amigos, sus aficiones y su otro trabajo (ese que le da de comer), con su pasión por escribir. Si no puede ocuparse personalmente de los aspectos externos, tendrá que delegar. Y contratar a buenos profesionales cuesta dinero. Porque el escritor quiere lo mejor para su obra, y eso hay que pagarlo.
Ya sea un escritor que publica con editoriales, que se autopublica (indie o emprendedor) o uno de esos que prefieren mantener sus textos en lo más profundo del cajón del escritorio (también se les debe considerar escritores), escribir cuesta trabajo, y mucho.

Una profesión muy subjetiva
Al igual que otras profesiones artísticas, tiene el hándicap de la subjetividad. Pero que no guste la obra, no quiere decir que no haya costado mucho trabajo llevarla a cabo. Un fontanero, una zapatera, un mecánico o una electricista trabajan muy duro y serán juzgados (generalmente) en función de si solventaron o no el problema (y del precio, eso siempre). Pero a un cocinero, a una pintora, a una actriz o a un escritor se les exigirá presentar una obra terminada. Y ya después recibirán sus críticas, tantas como comensales/espectadores/lectores tuvieron. Así son las cosas y hay que asumirlo. ¿Aún te interesa?
Como lector que eres (porque asumo que eres un gran lector, es algo básico para ser escritor), ¿qué le pides a un libro? ¿tienes en cuenta el trabajo que costó escribirlo aunque no te haya gustado? Yo ahora sí, por eso me gustaría dedicarle unas palabras a mi yo lector:
Querido yo lector, cuando pases la última página de cualquier libro, párate un momento a pensar en todo el esfuerzo que le debió costar a su autor conseguir que pudieras tenerlo entre tus manos. Luego ya puedes despotricar sobre el final, sobre la trama, sobre el poco carisma del personaje principal o sobre la cantidad de árboles que habrán tenido que sufrir para que esa obra vea la luz. Pero esos segundos finales de reflexión es lo único que te va a pedir un autor (y tu dinero, eso siempre). Si luego además, quieres hacerle una reseña de cinco estrellas en Goodreads, tampoco somos nadie para negarte ese placer.

¿Pero ser escritor tiene parte buena?
Ser escritor también tiene sus cosas buenas. Sí, alguna hay: la alegría que sientes al terminar el primer borrador cuando crees que ya está todo hecho (qué feliz es la ignorancia). O ese primer momento en el que sostienes entre tus manos el libro ya impreso (hasta que encuentras la primera errata). ¿Y qué decir de esa reseña positiva del libro y que no proviene de ningún amigo o familiar? Y sobre todo, leer esos comentarios tan molones que te dejan los lectores de tu blog (ejem, ejem) cuando les ha gustado (aunque sea un poquito) tu artículo.
¿Aún quieres ser escritor?
Esto es algo de lo que he aprendido en estos años y sé que me queda más por aprender, mucho más. Aunque nunca voy a poder quitarme de la cabeza el estereotipo del escritor que vive en una pequeña habitación de un motel cutre. Que se pasa el día sentado junto a una máquina de escribir, rodeado de botellas de alcohol medio vacías, ceniceros a rebosar y tazas llenas de café de dos días. Todo esto y más es ser escritor, y aun así me gusta. ¿Y tú? ¿Aún quieres ser escritor?
Foto de Alexa Mazzarello en Unsplash
Lo del gato siempre tiene arreglo. Je je je.
Supongo que se es escritor cuando las satisfacciones superan cualquier mal momento pasado.
Muchas gracias por comentar, María.
Creo que es es escritor siempre, lo único que hay que saber es que no es un camino de rosas y sobre todo disfrutar con lo que se hace. Si lo haces por obligación, mejor no lo hagas.
Un abrazo.
Y a pesar de todo, claramente, sigues queriendo ser escritor. Yo también llevo la L, y me enfrento a los mismos problemas que cuentas; tener que aprender de marketing y de redes sociales (cuando no me gustan, soy esa clase de personas que se metió en el messenger cuando todo el mundo estaba en facebook, y que se hizo cuenta en facebook cuando todo el mundo estaba en Twitter); no conocer a nadie en el mundillo…
En fin. ¿Por qué será, entonces, que seguimos queriendo ser escritores? Un abrazo y felicidades por el post
Hola, Cristina. Muchas gracias por tu comentario y por pasarte por aquí.
La verdad es que no tenía ni idea de donde me metía hasta que ya estaba enganchado a esto. Con sus cosas buenas y menos buenas, la verdad es que compensa cuando haces balance.
Nunca debemos dejar de aprender, es lo bonito del oficio.
Un abrazo.
Perdona Alejandro, que creo que no se ha copiado bien la dirección
Pues a mí también me infectó el virus. Y tengo los síntomas, como tu incluso lo del gato.
No puedo, ni sé ni quiero dejar de escribir a pesar de no haber publicado aún, pero sí, esto es lo que me llena y lo que me vacía. Por lo que sufro (buscar la bendita palabra adecuada) y por lo que me siento en una nube (cuando termino un texto).
¿Escritora? Tengo que trabajar el asunto del impostor…eso seguro.
¡Adelante! Yo creo que vas por muy buen camino.
Gracias por pasarte, Izaskun.
Pues si ya te ha picado el gusanillo no queda otra que tirar hacia adelante. Esto es un camino lleno de obstáculos, pero obstáculos bonitos, de esos que cuando lo superas te permiten disfrutar del triunfo unos segundos hasta que llega el siguiente. Lo bueno es que no estamos solos y así el camino es mejor. Mucho mejor.
Un abrazo.